sábado, septiembre 30, 2006

propagación

en un lugar que mi mano conoce muy bien hay una fuente de hielo de la que nacen todos los objetos de hielo que conforman el helado mundo de hielo.

en ese mundo las personas se visten de frío y de blanco oscuro en el invierno -que es más frío que el frío normal- y salen a caminar y a rememorar los viejos tiempos de tibios desayunos encima del olor a pasto con olor y de fiestas en ríos muy líquidos coloreados por las sombras de los sauces, que no eran blancos sino cafés en ese entonces. dicen los abuelos del mundo que, desde las terrazas de las chozas, el mundo se veía azul turquesa, y que incluso desde ciertos rincones por donde navegaban las balsas de los pescadores se veía oliva oscuro o verde bosque, pero eso es sólo mentira. la verdad es que el mundo era rojo como un trozo gigante de cereza.

el asunto es que ahora no hay anaranjado tibio ni grandes ramas fabricadas por los grandes pájaros de plumas cálidas, porque sólo hay cuervos que imitan con su vuelo los oscuros cauces de las cavernas. le pregunto a la gente, pero nadie sabe nada del color de su mundo. mientras detallo la escala policromática de sus cuerpos, me pregunto de qué color será el árbol de ciruelas, y qué sentirá el paladar del planeta al comerse una manzana cubierta en su totalidad por un blanco tan frío y tan opaco y sin la mínima huella de carmesí.

miércoles, septiembre 27, 2006

incredulidad

un crisantemo de jardín se ríe
ante las letras que -escritas a pulso en el papel-
intentan gritar y sólo respiran.
mis letras no hablan.
mudas de tiempo y de vida,
se rehusan a ser un gemido entre tantas lágrimas,
entre las pálidas vitrinas del almacén,
entre los vagones del tren cuyo polvo es cada día más grueso y mas distante.

mis letritas se resisten a abrir toda ventana
y a mirar por toda puerta.
mis palabras son entonces como un crisantemo,
vacías de viento
colmadas de aroma a día blanco.
un crisantemo sin raíz
que fue sembrado una noche sin tristeza en las tejas de un sótano,
que ya antes fue semilla esparcida en un techo subterráneo
y ahora se complace de ser sólo tinta multiforme.

martes, septiembre 26, 2006

mediodía

la luz sale de muchas partes como raíces que se expanden desde miscroscopios, como la luz de estos pies que avanzan y se voltean para mirar las marcas del pantalón que se arrastra por el piso.
me gusta mirarla y tocarla. me gusta que la luz baje de montañas verticales y me recorra a las once de la mañana. me gusta que los árboles me cuenten lo que ven en ella (que no es sólo sombras), y que mis manos -ansiosas y con miedo- la toquen y la guarden con recelo en un baúl.