De cines porno y el barrio tolerante I
Hoy fue un día muy peculiar. Capada de clase involuntaria pero muy dolorosa, encuentro con alguna gente, una 'buena vista', y un corto etcétera. Luego, pocos minutos después del mediodía, una sala de cine porno y alguiendecompañía.
-¿Hay función de 2?
-Sí, claro.
-Bueno, deme dos entradas.
-Pero... ¿la niña tiene cédula?
-No, no tengo, tengo "diecisiete"
-Ah, es que la policía molesta mucho.
-¿Y entonces?.
-Pues entonces no puede entrar, bla bla bla.
-¿Está segura? ¡Si es temprano!.
-Sí, no podemos.
Una larga caminata continuaría, muchas cuadras, muchas esquinas repletas de aparatos electrónicos en cada vitrina, de señores de edad deambulando por sus calles y de 'papelitos mágicos' que incitan al sexo en privado. Paseamos por bastantes lugares -que no pueden ser descritos temporoespacialmente ahora ya que mi capacidad de ubicación es esencialmente escasa-, entre los que recuerdo dos sex shop algo precarios, una sala porno escalofriante que tenía entrada por un parqueadero que parecía sacado de un capítulo de 'cuentos desde la cripta', algunas avenidas (¿la diecinueve? ¿la décima? ¿la caracas?), una tienda esotérica/japonesa con un aspecto muy interesante, una tienda de pasteles gloria y putas. Muchas putas.
Luego de ser conscientes de la incapacidad absoluta para enfrentarnos a nuevos retos de la que somos dos víctimas más (como aquel reto de ingresar al cine porno por un parqueadero como si fuera la décimo tercera vez que lo hacíamos), decidimos bajar y bajar hasta encontrar la caracas y la ya famosa 'Piscina'. Estando en la 22 con 13, seguimos bajando hasta dar con la 22 con 14, con 15... Volteamos por una de esas hacia el sur. Putas. Muchas prostitutas en todas las puertas. Mis sospechas se confirmaron, aunque no del todo. Me miraban evidentemente mal. Talvez porque no parecía una clienta en potencia (o bueno, quién quita que sí), o porque lucía más bien como alguien que va de sapa (y sí era más o menos por ahí). En cualquier caso, pasamos esa primera cuadra 'de tolerancia' sin chiflidos ni madriadas. Al voltear hacia algún lado, sin embargo, había 4 tipos vendiendo algo, bareta podría ser. Continuamos la caminata morbosa, hasta llegar a otra cuadra con más mujeres, pero también con travestis de dos metros. Aquí sí que la tensión subió un poco, pero nada que no se pudiera controlar. Decidimos, al fin, meternos a una tienda, donde departían -a su vez- dos prostitutas más. Un niño de cuatro o cinco años jugando alrededor de ellas. Entramos y nos sentamos, aguantando la mirada algo extrañada de la mujer del delantal. Dos buñuelos, un jugo y una pony malta. Las dos señoritas nos miraban. Una vestía un traje rosa; la que parecía de menos de dieciséis. En la otra no me fijé mucho con tal de no levantar tanta sospecha (¿sospecha?, ¿y sospecha de qué?). Un señora de unos 45 años, sin brasier y con un diminuto vestido que dejaba entrever sus piernas entró por un cigarrillo. Otra, mucho más joven, para hacer una llamada se sentó al lado de un caballero que jugueteaba con sus celulares. Nos paramos diez o quince minutos más tarde y una voz al fondo: -¡Son tres mil!. Ah, claro, hay que pagar. En dirección al Transmilenio nos tentaron una serie de máquinas tragamonedas bastante curiosas. Y bueno, la travesía llegaba a su fin. Transmilenio para allá, para acá, y adiós.
Hasta otro miércoles de lujuria abstracta.
Suena: REM Blues - Charlie Mingus & Duke Ellington, Very Special - Charlie Mingus & Duke Ellington, Money Jungle - Charlie Mingus & Duke Ellington. (Hey, Duke Ellington es algo así como un Dios)