viernes, agosto 19, 2005

Hace 20 años nació un ser humano que llevaba impregnada en sus venas el arte del cuento. Hace 20 años nació el padre mayor de la cuentería. Reconocido por algunos como un Sófocles colombiano, otros como el Aristóteles moderno, y otros cuantos como el Julio Verne de la nueva era. Y es que si cualquiera cree que había llegado al mayor éxtasis posible la tarde del viernes en la que llevó a su novia a visitar las bondades de la cuentería de salitre, es porque nunca se ha visto sorprendido por la calidad humana (o sobre-humana? ya no sé) del hombre que fue engendrado hace 20 años. Son incalculables, hasta el momento, las dimensiones practicosimbologicoesteticonarrativas descomunales que ha alcanzado este personaje. Y no es sólo el hecho de que se parezca físicamente a todos los personajes de padres e hijos (guardando las debidas proporciones, ya que él es significativamente más papi que todos los que allí laboran), o de que guarde en lo más profundo de su retorcida mente los secretos que le recitaba romeo a su buseta. Tiene que ver, sobre todo, con su capacidad de amar y su facilidad de ser amado. Así las cosas, y poniendo de manifiesto que mi amigo cuentero es él, le agradezco hoy a la naturaleza y a la fuerza GI por haber permitido que la expresión máxima de la cuentería se haya materializado en alguien con patas, ojos y corazón.

¡Feliz cumpleaños amiguito mágiko!

Gracias, de nada.

Suena: un silencio absorto