lunes, agosto 21, 2006

estación


Mañana que se evapora. Hay una polilla en la cortina que escala y escala, no vuela, no se tomaría el trabajo de volar cuando puede caminar hacia arriba. Mira hacia abajo mientras el vértigo se apodera de sus patas: de las pequeñas patas de sal que nunca han tocado el suelo sin quererlo. Es sólo un insectito de papel, animal de otoño que ocasionalmente se mece en el viento y en la densa e insoportable atmósfera de mi cuarto. El rastro invisible de sus colores tierra obligan a los minutos a desaparecer, a no existir. Sus huellas intocables me convierten a mí en un ser de alas en desuso, brazos de invulnerable fragilidad y dolorosa quietud.

Insecto de papel que me mira desde su ilimitado panorama, pequeña partícula del mundo llena de movimiento y de luz. La tarde se vuelve sólo fragmento de día que se esconde debajo de la cama. La polilla baja y sube, baja y sube sin caer, siempre llegando a ningún lugar.

Si ella se resiste a usar sus alas, ¿por qué habría yo de pretender usar las que no tengo?, ¿por qué no mirar hacia el suelo cuando es lo único que mis pies buscan… siempre?. Todo me habla, todo me dice que corra y me detenga. Todo me grita en algún momento, mientras la polilla, suspendida en su eterno ir y volver, me mira con angustia.


Suena: Don't know why (Norah Jones), Barro tal vez (Spinetta), Soledad (Mano Negra), Cinco razones (Manu Chao).