-No ha tenido un sólo momento vacío en toda su vida, ¿cierto?
-Los he tenido.
-¿Adónde va?
-Busco una isla privada.
-¿De qué huye?
-¿Por qué me pregunta eso?
-No sé. La gente nunca huye de nada. ¿Sabe lo que creo?, que todos tenemos nuestra "trampa" privada. Estamos atrapados en ellas y ninguno de nosotros puede liberarse. Arañamos y rasgamos... Pero sólo contra el aire. Sólo contra nosotros mismos. Y, a pesar de todo eso, no nos movemos un sólo centímetro.
-A veces nos metemos en esas trampas a propósito.
-Yo nací en la mía. Ya no me importa.
-Pero debería importarle.
-Me importa. Pero digo que no.
-Los he tenido.
-¿Adónde va?
-Busco una isla privada.
-¿De qué huye?
-¿Por qué me pregunta eso?
-No sé. La gente nunca huye de nada. ¿Sabe lo que creo?, que todos tenemos nuestra "trampa" privada. Estamos atrapados en ellas y ninguno de nosotros puede liberarse. Arañamos y rasgamos... Pero sólo contra el aire. Sólo contra nosotros mismos. Y, a pesar de todo eso, no nos movemos un sólo centímetro.
-A veces nos metemos en esas trampas a propósito.
-Yo nací en la mía. Ya no me importa.
-Pero debería importarle.
-Me importa. Pero digo que no.
Psycho/1960.
La vida se puede intentar describir en términos de la relación fuga - permanencia. Esa dicotomía sirve de espejo para decidir entre millones de maneras y de rumbos.
Las trampas de Hitchcock siempre me han llevado a pensar en la posiblidad de aceptar un camino sin futuro, sin metas ni expectativas, sin líneas de llegada. Entonces la añoranza recurrente y el deseo a largo plazo pueden resultar igual de inútiles; la complejísima búsqueda, la necesidad de trepar por los muros del laberinto para mirar cómo son los laberintos de afuera puede ser un ejercicio autodestructivo.
En Lugares Comunes, Fernando escribe que cuando se es consciente del sinsentido de la vida se percibe que el progreso es inexistente. Pero que, si uno está lo suficientemente cuerdo como para seguir normas y rutinas en las que no cree, es porque la lucidez genera que veamos que la vida es tan banal que no es posible vivir como una tragedia. No sé qué tan válido pueda ser todo eso. No tengo certezas y no me importa, pero siento que las preguntas se marchitan, que optan por escapar. Algunas veces no me queda más remedio que hacer lo mismo: evitar la permanencia y huir a través de largos trayectos sin pensar en el barro en que se hunden mis pies mientras caminan. Otras veces, sin embargo, puedo contemplar sin mover una pulgada mi cuerpo, puedo mirar el transcurrir de tantos segundos y tantas vidas fuera de mí.
Tal vez construyo mi propia trampa, tal vez he vivido en ella desde siempre. Acaso mis esfuerzos desesperados por cimentarla y ajustarla a mi vida me hacen una mujer terrestre, un fragmento de raiz que se debate de modo intermitente entre su fuga y su permanencia.
Suena: un tango
En Lugares Comunes, Fernando escribe que cuando se es consciente del sinsentido de la vida se percibe que el progreso es inexistente. Pero que, si uno está lo suficientemente cuerdo como para seguir normas y rutinas en las que no cree, es porque la lucidez genera que veamos que la vida es tan banal que no es posible vivir como una tragedia. No sé qué tan válido pueda ser todo eso. No tengo certezas y no me importa, pero siento que las preguntas se marchitan, que optan por escapar. Algunas veces no me queda más remedio que hacer lo mismo: evitar la permanencia y huir a través de largos trayectos sin pensar en el barro en que se hunden mis pies mientras caminan. Otras veces, sin embargo, puedo contemplar sin mover una pulgada mi cuerpo, puedo mirar el transcurrir de tantos segundos y tantas vidas fuera de mí.
Tal vez construyo mi propia trampa, tal vez he vivido en ella desde siempre. Acaso mis esfuerzos desesperados por cimentarla y ajustarla a mi vida me hacen una mujer terrestre, un fragmento de raiz que se debate de modo intermitente entre su fuga y su permanencia.
Suena: un tango
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