Antes de tener tiempo para reaccionar
Los poros de mi piel se tejen de odio. Odio irrefutable, imposible de vencer. Odio contra las cosas, las personas, los elementos a mi alrededor que hacen el papel de antifaz. Mi voz todavía es cobarde y no se atreve a gritarlo, pero por dentro existe una polifonía que revela el desdén que se apropia de mis huesos, que escribe a diario sobre superficies de agua lo que no es capaz de soportar. Mi mente es una cosa aparte. Mi cabeza me golpea de frente, me juzga, me aisla y es incapaz de aceptar tantos rencores sin fundamento, la ilogicidad de mi todo se vuelve absolutamente imperdonable.
Me acuesto sobre mi cama de papel a pensar. Sobre ella se escriben constantemente decenas de anhelos irrealizables, de quimeras extravagantes que le resultan inútiles hasta a la propia mano que escribe sobre la sábana en la que me quedo dormida. Puedo cerrar los ojos y las aspiraciones pueden también volverse tangibles y cercanas, pueden ser tierra, sombras, cal. Se tornan más misteriosas que cuando sólo eran pájaros que volaban por encima de mi rostro y me miraban desde arriba, acercándose ocasionalmente para permitir que los envolviera entre mis manos y los volviera a soltar.
Desciendo. Perfectas escaleras de sal que existen sólo en virtud de mis pasos. Escaleras de humo que construyen el único camino a mi puerta de cristal.
Suena: Come to me (Björk)
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