lunes, mayo 29, 2006

esfera de nada, gracias


buseta

Su ruido es importante, casi que imprescindible. Revela todo lo necesario para vivir en el segundo, para no dormir y para estar en la fantástica espera de que algo, cualquier cosa, pueda pasar. Me mantiene atenta. Preparada. Ruido que renueva, desempolva y me ubica frente al espejo que siempre tengo alrededor y que malintencionadamente procura reflejarme en un desierto de espacios. Me aturde todo el tiempo, me sacude y me empuja contra la barrera de mi círculo tan definido y tan insoportable, sabiendo de antemano que por más grande que sea la fuerza del impulso no podré salir jamás. No hay relojes, nisiquiera tiempo que pueda ser medido. No hay tristezas que no sean susceptibles de empeorar o alegrías que consigan distanciarnos de la verdad llena de ruido.

Ruido. Si no fuera por el ruido las suelas de los zapatos serían igual a las medias, miedosas ellas que quieren proteger a los pies sin arriesgarse y sin hacer sonar nada. Cómo nos verá el zapato desde abajo. Seguramente como cobardes seres vivos, hombres invadidos por la calma y la quietud, por el desespero y por un terror desmedido. Pánico tan cotidiano como ingenuo que sentimos por nuestro propio ruido.

Suena: Nerves (Bauhaus), Personal Jesus (Johnny Cash), Summer Soft (Stevie Wonder), That's Right (Miles Davis), Sorge infausta una procella (G. F. Händel)