Las golondrinas
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Las golondrinas de Plaza de Mayo la escribió Luis Alberto para las madres de las víctimas de la dictadura militar argentina. En 1974, esos que dijeron querer libertar y regalarle al pueblo equidad e ingresos, terminaron instituyendo uno de los peores régimenes dictatoriales de la historia de este pedazo del continente. Y es ahí, en un contexto donde el todo está cegado por la sangre, por la miseria violenta, la desigualdad y las pequeñas monarquías autoritarias, donde surgen distintas formas de subsanar el terror, de hacer katharsis del dolor de tantos rumbos que, perdidos, corren por ahí. Es ahí donde las manifestaciones se hacen imprescindibles, donde los bloques de resistencia no son favores de hippies comunistas a la comunidad, sino reacciones más que necesarias para un pueblo que pretende, al menos lejanamente, salir de su sometimiento.
Es esta nación, la mia también. Una nación más real que Colombia, Argentina, Brasil o Bolivia. Una nación que se desmiembra a sí misma. Una nación más grande: una latinoamericana. Sin ánimos de populismo, me puedo reconocer en lo que pasa y lo que ha pasado. Sin ánimos de despertar insulsos patriotismos, me siento con la extraña y tal vez inverosímil obligación de mirarla a los ojos. No como recurso poético, sino más bien como una necesidad que surge de mis entrañas, me siento agradecida con la tierra de Comala y de Macondo. Clichesudo, muy clichesudo, pero es un impulso que surge desde más adentro que lo que puedo controlar. Es algo mio, qué le vamos a hacer. Es una obligación, casi como un pecado original, el coger la sangre que corre por el mapa de la selva y el mar y palparla con mis dedos sin sentir que tengo que ir a lavarme las manos.
Suena: Tie your mother down - Queen
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