Post-it verde fluorescente
Sentirlo cerca es muy nocivo, pero no tanto como podría serlo o como lo fue antes. Sentirlo pero no al lado ni al frente, sentirlo en otro paisaje distinto a todos los anteriores. Pensarlo y pensar en todo lo que me rodea, en esas flores púrpura muertas y en los escarabajos moviéndose por el piso y queriendo penetrar nuestra piel. Me siento y pienso sólo en que él es la rama que detiene mi caída de una montaña, pero que al sostenerme y no dejarme seguir en el precipicio me hiere con su punta afilada y con la incomodidad que me genera estar suspendida sobre algo con la incertidumbre de que en cualquier momento se pueda caer. Si lo que pretende ser fuerte decide no serlo más y caer conmigo, ya no habrá más sobre lo cual pensar, ya no existirá su espacio tan lleno de todo lo necesario para vivir. Ya no habrá preguntas sin solución ni respuestas inadecuadas y poco prácticas como hasta hoy.
Sé que, entre millones de posibilidades, escojo seguir atada a la rama y no soltarme por mí misma. Él me tapa los ojos para no mirar el vacío estremecedor que está debajo, me rescata de la inmensidad del mundo con la que no podría mantenerme en pie. En parte por eso y en parte porque ya me acostumbré a la idea, seguiré pensando que no me caeré y que la anulación del tiempo que él me regala me mantendrá anestesiada hasta cuando pueda mirar el jodido planeta de arriba a abajo sin pensar que no puedo caminar sobre él.
Suena: nada, es muy tarde y nisiquiera pasan carros.
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