Transcribiendo
8:46am. He pensado de modo recurrente en cómo los rincones casi ininteligibles del ser humano se pueden vislumbrar sólo cuando éste se enfrenta a lo que todavía le parece desconocido y caótico, peligroso y aterrador. Que sólo cuando el hombre está frente a frente con la inmesidad inquietante de la selva, del bosque, del desierto o con cualquier lugar aún no manipulado por sus garras asesinas y su mentalidad dominante, puede conocerse y saberse a sí mismo como un animal cualquiera (un felino, un ave, un insecto), puede ser consciente de su soledad y, sólo ahí, puede comprender un poco más lúcidamente que sus ínfulas de ser social, de organismo superior que recibe y entrega amor a lo largo de su vida es un engaño tan inmenso como apacible.
9:01am. Reflexiono mucho -vagamente- sobre ello, en parte desde El viaje y en parte desde que la siguiente cita de Conrad que me llenó los ojos: ¡Es curiosa la vida..., esa misteriosa disposición de una lógica implacable y propósitos inútiles!
9:04am. Tengo frío. Quiero la bufanda de él que por estos días ya debe tener algo de su olor. Y también un cigarrillo, pero por hoy me resisto a fumar. Me conformo con imaginar el sabor de un Marlboro en mi lengua, el humo dudando dentro de mis pulmones y volviendo a salir por mi boca. Mierda, esto es realmente difícil, pero hay un sentimiento de morbo a la vez.
9:07am. Acomodaré mi cabeza sobre la mesa y veré si estas gentes me dejan dormir.
2:53pm. El día se acaba antes de lo normal. Un sol quimérico se esconde desde ya con una fuerza y decisión aterradoras. La noche aparece tras el velo de un atardecer por convicción, como si fuera más fuerte el deseo del día por morir que el sol real que, en teoría, se oculta más tarde.
Suena: nada, hay mucho silencio.
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