martes, enero 03, 2006

Keep it keep it keep it

Ahorita ninguna melodía ni imagen retumba en mi cabeza. Ya nisiquiera me siento dueña de nada, ni de una máscara que debí usar mil veces o una peluca que él se puso en los ojos. Me siento caminando por ahí, imaginando cómo él me dice que quiso poner veneno en nuestros labios y besarme hasta la muerte. Y lo imagino porque nunca lo escuché de su garganta pero sí lo leí y sé que me lo escribió a mí, y ahí pensé que él era el que me lo leía y que sería algo sobre lo que reflexionaría todas las mañanas y las tardes hasta que muriera, sin contarle a nadie. Presiento que caminé queriendo ser tan inconsciente que me volví lo contrario y la ceguera complaciente pero totalmente planeada se volvía un hecho, uno de tantos. Entonces él no pudo más y decidió enfrentarse solo a su oscuridad, adjudicándome mil culpas que me creí pero que ya no siento.

No puedo decir que todo se desvanece y lograr que con eso todo se desvanezca en realidad, como uno suele hacer. Siento la fastidiosa necesidad de perderme en un jardín de niños, viendo cómo me convierto en ese muñeco malherido que llegó al viejo hospital porque un cruel espantapájaros bandido lo sorprendió mientras dormía (escuchando beatles con él). Y que entonces llamen al viejo cirujano y él me remiende, pero diga que es en vano porque me falta el corazón. Entonces, al verme grave y sin volver de mi desmayo, el cirujano se preguntará a quién pedirá prestado un corazón, ahora que el espantapájaros bandido me ha atacado (no con golpes, sino con gestos). Justo allí llegará el hada protectora, y me regalará un tierno corazón de fantasía, no como el de la canción, sino otro que sangra encima mio mientras mi cuerpo lo rechaza y lo tira hacia un abismo, mientras su sangre de caníbal resbala desde mis manos hacia mis codos, y mientras mis labios insultan con furia al hada. Sólo ahí sabré que no puedo despertar sonriendo como el muñeco de madera que soñaba con tener corazón, porque yo, como cualquier humano, soñaba con no tenerlo. Sabré entonces que sólo mis impulsos humanamente cochinos hacen que quiera escupir al hada que pretenda poner una sonrisa fantástica en mi cara, y que, por encima de eso, erróneamente escogeré a los cirujanos que me remiendan pero que aceptan que el veneno, ese que el espantapájaros quiso poner en mis labios para morir conmigo, nunca vaya a desaparecer de mi memoria, así yo misma necesariamente le ponga tierra encima y vuelva a escuchar beatles sola o con otro espantapájaros menos espantapájaros.

Se escucha: Pinocho (hasta el viejo hospital de los muñecos...)