viernes, junio 09, 2006

De Bailando por un Sueño



Cómo podemos permitir que cosas así alimenten nuestra vida cotidiana. Cómo somos capaces de aceptar la frivolización de nuestra propia miseria, de la desgracia humana. No comprendo cómo dejamos que nos presenten a soñadores que buscan el cumplimiento de derechos como la salud o el acceso y desarrollo de las actividades culturales. Cómo un canal privado puede desechar cualquier indicio de sensatez al convencernos de que una señora es una soñadora al querer unas prótesis adecuadas para sus piernas. ¿Cómo nos presentan a una niña que necesita un tratamiento costosísimo para sobrevivir como una soñadora? ¿en qué clase de sociedad tan banal estamos que soñar consiste en mendigar un poquito de atención para salvar la vida?. No entiendo tampoco en qué mundo podemos pensar que el hecho de poder tener unos mínimos recursos para llevar a cabo una serie de proyectos de desarrollo cultural en una comunidad se crea un privilegio y nunca una necesidad coyuntural.

¿Y qué? ¿a quién le importa? ¿acaso a RCN? ¿acaso a Paolita Turbay? ¿Cuántos famosos harían todo esto si no se transmitiera por RCN? ¿Cómo podemos disfrutar al ver en nuestras pantallas tantas manifestaciones de lo miserables que somos como ciudadanos, cómo podemos dejar pasar que un canal privado con intereses particulares clarísimos se beneficie de la desgracia ajena?
Tú no puedes tener ilusiones y no puedes tener metas cuando se trata de sobrevivir, de un ahora. Julián Román te dice entonces que tus desventuras son un sueño que además da rating.

Deslegitima tus derechos, trapea el piso con tu sufrimiento de años y muéstraselo a todo el mundo, siente que eres un privilegiado porque otras tantas miles de personas jamás tendrían esa oportunidad. No reclames, para qué si acá leer un libro, tener una clase de música o un par de prótesis es un lujo y no una necesidad, para qué si acá nos importa es echar bala y enajenar a los ciudadanos para que jamás se revelen y crean que todo está bien.

Me rehuso a aceptar que prendamos el televisor para ver a Sebastián Martínez o para ver los pechos de Viña Machado mientras afuera brota tanta miseria y la sangre ya parece incontenible. Me rehúso a ser partícipe del show de la indiferencia, de nuestra realidad vuelta espectáculo, de una demostración de que en este país lo privado sigue y seguirá imperando sobre lo público. Que la farandula nos sigue representando, más aún cuando los famosos hacen labores sociales y Carlos Calero baila música japonesa.

Mi problema no es con los soñadores. Mi problema es con el canal RCN, con el programa, con los presentadores y, más aún, con los televidentes que ya no nos revelamos ante el deterioro de la dignidad humana. El problema es conmigo y con ustedes por no apagar el televisor, por no ver que con ser espectadores inmóviles en un sofá o en una cama no estamos ayudando a que el país sea mejor porque "hay un soñador más que cumplió su sueño", sino que muy por el contrario estamos reafirmando que las pequeñas élites nos tienen en sus manos, que no somos capaces de construir una sociedad civil que promueva la atención en salud y en educación por parte del estado, elementos imprescindibles de una comunidad. Estamos validando que nuestros derechos de ser una nación justa no se respetan, y nos toca acudir nuevamente al imperio de la manipulación y la élite televisiva en vista de que nuestras instituciones públicas son inservibles en millones de aspectos.

Soy una persona muy ignorante en cuanto a muchos temas como la economía, la política e incluso los medios de comunicación, entre muchos otros. Sin embargo, eso no me imposibilita para hablar hoy de esto que me parece intolerable. Y más aún intolerable me parecería no decirlo.

Turn off your TV.

Suena: The blues are still blue (Belle and Sebastian)