martes, mayo 15, 2007

parenthesis

( A kind of disagreeable comfort emerges from the paper of my books not only as a illusory presence but also as a world-weariness. Throughout this letters, I can smell this uncertainty about the fate of dedicate my entire life to unreal things when this people around me are killing each other, and when, no matter what I do, the gray colours are filling the world with hopelessness. It's not a tedium about the life, not even the dispair of think as a lonely human being, but each day I wake up being conscious of the irreality of the images in my mind, and this awareness also forces me to confront my own mortality and face the possibility that, like the forgotten books, I might sink into oblivion. I refuse it, but at the same time I'm falling in the spiral of the comfort.... in that "just being" mode that I've hated all this time.


In this point, in this moment, in this deep silence I just want to be a good person, but day by day it seems to be harder. I just want to do the things that I must do. I just want to understand these pieces of life and pain tangled in that "everything" that is able to see his own destruction, I just want to know why all this shit is becoming so usual, and why this dark colour is becoming into every-day's life and is locating itself in the deepest houses of silence inside me, inside the world. I don't want to be like that sadness in the faces of the people who walk in the city. I refuse to be the dying walker through the streets.

It's just a hidden place.
Indeed, a common place. )

sábado, mayo 12, 2007

El sol se esconde tras el color del día.











[Me sigue costando acercarme a esa idea, a pesar de los años que van pasando.]

miércoles, mayo 02, 2007

la chaîne

Les guêpes fleurissent vert
L'aube se passe autour du cou
"La terre est bleue" (Paul Éluard)


Mis hojas se tiñen de violeta claro como si una ráfaga inaprensible de color poblara cuidadosamente el planeta entero. En estas hojas que parecen revivir a medida que se acerca la medianoche cae suavemente ese delicado color que ha empapado las olas de todos los mares del mundo, muchas noches, y todas las lunas claras que se han levantado desde el cielo hacia la inmensidad de las horas. Sin embargo, la ventana de enfrente observa cómo estas casas de tinta se agrietan angustiosamente hasta desplomarse sobre sus propias letras, y cómo el púrpura se destiñe a sí mismo mientras el tiempo no parece dejar de transcurrir sobre el papel, formando así un panorama circular que tampoco dejará de existir mientras el naufragio sea implacable, mientras siga la irrealidad de las manos que empuñan con violencia el lápiz. Las luces de la vida se apagan para encenderse después sobre los pedazos de palabra. Los papeles se vuelven cadenas ante sí mismos, en parte por su eterna e ininterrumpida circularidad, pero sobre todo por su capacidad de autoencierro. Las manos devoran los trozos de vida que arrancan del papel. El papel, sin embargo, permanece inmutable, y su hermetismo resulta tan familiar como el color del millón de hojas que lo componen. Es entonces cuando todos estos pedazos de vida, huérfanos y estériles, suelen teñirse de todos los matices de violeta que existen sobre la tierra.