sábado, octubre 01, 2005

soledad púrpura

Se acabó el mes, y pasaron muchas cosas. Y se fueron esas cosas (por eso pasaron), aunque suene muy cliché. Ví manos, colores violeta profundo en los rostros de los desconocidos que están muy en mí sin saberlo, sombras que emergieron de los árboles, como mirándolos con odio, como teniéndoles envidia. Pasaron mis pasos que siempre se van, que no logran permanecer en un mismo lugar por cobardes, por frágiles. Pasó alguna persona que me mostró sin encajes, sin necesidad de recetas la bestial naturaleza del amor, que me regaló algún sentimiento increíblemente breve que me descubre, que me hace pensar en por qué los pájaros tienen la necesidad obsesiva de picotearse hasta el cansancio, de poseerse mutuamente por medio del dolor. Pasaron las partes imaginarias de esa persona, el mismo pensamiento acerca de lo necesario del dolor, y de su naturaleza tan implacablemente maravillosa.
Estoy un poquito confundida, impresionantemente perturbada, con más aprendizajes y golpes en la mente, con más ganas de correr hacia el lugar, pero sobre todo con un dolor tan profundo y disfrazado, como siempre. Uno semejante al que debió sentir María Iribarne pero que nunca se narró con detalle, un dolor sólo comparable con la necesidad de no necesitar, con el deseo profundo de no querer nada más nunca más. Ese dolor que nadie puede intentar curar porque está bien que exista, que esté hoy a esta hora en este minuto con estos segundos en mí.

...El mar está ahí, permanente y rabioso. Mi llanto de entonces, inútil; también inútiles mis
esperas en la playa solitaria, mirando tenazmente al mar. ¿Has adivinado y pintado este
recuerdo mío o has pintado el recuerdo de muchos seres como vos y yo?
Pero ahora tu figura se interpone: estás entre el mar y yo. Mis ojos encuentran tus ojos.
Estás quieto y un poco desconsolado, me miras como pidiendo ayuda.

Fragmento de una carta de María a Juan Pablo - El Túnel

Se escucha: I get along without you very well - Chet Baker, I remember you - Chet Baker