Los momentos suelen diluirse, pero nunca de la misma manera. Se diluyen a través de un espejo, o por medio de otros momentos totalmente ajenos. Mis ojos miran y especulan cómo esos momentos logran diluirse. También contemplan con ingenuidad lo que precede a la desaparición, a esa nada fantástica e insaciable que tiene que llegar.
Ellos se inundan, como si se colmaran de un frío enternecedor. Y ese algo bandoneónico suena y ellos no se pueden controlar, aunque lo intenten siempre. El algo no puede dejar de sonar y ellos no pueden dejar de sangrar simbólicamente, de hundirse en el éxtasis masoquista. Hay un poco de tranquilidad, de odio y de un confort desesperante, desesperado, insoportable. Y sigue estando el odio que ellos renuncian a aceptar, pero no importa, ellos están y siguen estando, se cierran y todo acaba en un parpadeo instantáneo. Las cosas sí son tan simples como parecen, a pesar de que ellos, sus fantasías y su alrededor púrpura se rehusen a creerlo.
Le hace bien meterse en su laberinto...
Suena: Uno - Susana Rinaldi, Pies de Atril - Luis Alberto Spinetta, Confesión - Carlos Gardel
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